La semana pasada despedimos a los Andrades más chicos cenando en Chiquilín (Sarmiento y Montevideo), un clásico restó de esta ciudad que está a pasitos de la Avenida Corrientes y todo su torbellino de luces y gente en plenas vacaciones de invierno.
Los platos fueron excelentes: pedimos dos porciones de rabas que se deshacían en la boca, una de las dos ensaladas fue de roquefort, rúcula, nueces y peras -no podía ser más rica y original-, algunos eligieron pastas y amamos las cintas con tinta de calamar acompañada de camarones que se pidió el más chico!
La atención fue perfecta. El lugar estuvo lleno siempre, cuando llegamos había mesa para nosotros pero cuando nos fuimos había gente esperando afuera. Los mozos van y vienen con platos que son un espectáculo -vimos una porción de salmón muuy generosa- y nos quedó pendiente para una próxima vez la parrillita de mariscos.
En ningún momento el caballero que nos atendió anotó el pedido y no le pifió a nada: envidiable memoria para una noche intensa!
Después, a caminar por Corrientes a travesando Paseo La Plaza...
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